Thursday, July 29, 2010

Locrio sabe por gato...


Una especie ubicua y con pasmosa proclividad para aparecer en distintas épocas y momentos oportunos, especímenes gatunos de variada ralea y pelaje han sido protagonistas o personajes de las más variadas vicisitudes, ya sea en su papel de figuras accesorias, o inspiradores de grandes virtudes. Como en el cuento de Bioy Casares 'El lado de la Sombra', el gato Locrio se fue reencarnando en un eterno retorno que dejó olor a pis en las más impensadas épocas y latitudes. Hubo un gato locrio que en tiempos postdiluvianos bajó del arca de Noé para volver a poblar y a cagar la tierra; los egipicios le atribuyeron cualidad divina, hasta algún faraón les dejó propiedades, como una pirámide del tamaño de una cucha de perro; fue un gato romano el que dió su tipo físico para calificar de esa manera a los barcinos como el de la foto; los chinos miraban los ojos de los gatos para saber qué hora era si estaba nublado; durante la Edad Media se los persiguió por su relación con las brujas; Baudelaire, que los amó a manera de sustitutos de todas las mujeres que no tuvo, les dedicó varios poemas; Céline tenía uno que se llamaba Bebert, y que lo ayudó a salir del castillo donde estaba cautivo; Gardel se estrelló en su avión por culpa de un gato locrio que saltó al hombro del piloto; en su próxima reencarnación como gato de Glenn Miller, aprendió a tocar el trombón, pero esta vez no tomó el avión: 'Seré gato, seré Locrio, pero no soy boludo'

Wednesday, July 28, 2010

Amelia


Amelia, la novia de Locrio trabajaba como redactora en una revista femenina de esas que marcan tendencias. De hecho, se encargaba de la sección ‘los in y los out’. En aquella época ser ‘in’ era ser cajetilla: usar blazer azul con escudo, pantalón gris y zapatos náuticos. Andar medio despeinado, y arrastrando los pies ( marchar demasiado rápido o marcando el paso te podía identificar con los oligarcas de la Libertadora); los ‘in’ tomaban anfetas como hoy se recetan ritalina o prozac; hablaban con dicción pastosa o escandida: un cajetilla no decía ‘Jockey Club’, decía ‘Yoclub’; no decían ‘porque’, decían ‘poque’; entre los cajetillas se decían (y quedaba bien) o respondían a apodos de lo más ‘divertidos’(otra palabra cajetilla) : Chino, Negro, Gato, siempre anteponiendo el encabezamiento ‘el bueno de’; tenían novias flacas, rubias y de ojos tristes como Liliana Caldini o Claudia Sánchez; manejaban autos como el Torino, el cual convenía tener embarrado con barro de la quinta, allende a la cancha de rugby; los conjuntos de música beat eran la norma a la hora de entrar en ‘la pomada’. Ellas usaban pantalones de denim entallados o de corderoy, camisas de colores claros, también ajustadas. Ellos fumaban cigarrillos rubios y tenían botes para pasear por el río el fin de semana. Se tomaban un año sabático entre los 19 y los 29 para ver qué hacían. Pero en el medio aparecía una novia guerrillera, y todo cambiaba. ('Con esa gente diferente yo me codeo, qué tipo inteligente') Los posters de Lito Nebbia eran cambiados por los del Che Guevara.; los discos pasatistas eran reemplazados por los de Quilapayún, Jaivas, Victor Jara; y así como hoy van de mochileros, antes se dejaban la barba, y leían (y leen) a Gramsci y Galeano, hoy miran 678 y pegaron un laburo en el Estado. Les chupa un huevo todo como cuando tenían 20, pero tienen que demostrar pasión, compromiso social e incorruptibilidad. ¡Que no los vean charlando con los 'Negritos', 'Gatitos', 'Chinitos' de antaño! Y hasta se pueden comer a una de 23, militante de Franja Morada.... Eramos tan progres…

Saturday, July 24, 2010

Una Gata Frigia



Las razones por las que una mujer linda y tonta se compra un perro pueden ser las mismas que puede tener una mujer fea e inteligente para comprarse un gato: en ambos casos están solas y quieren escapar de los hombres que no pueden tener a las primeras, o tienen de las otras y no las valoran.
El caso es que Locrio, nuestro héroe del saxo tenor se consiguió una dueña. Los gatos son animales domésticos y, toquen jazz o cumbia, siempre han necesitado de las manos de los humanos para procurarse alimento. Y más un gato como nuestro amigo, que de pedigree burgués y jazzero, no querría trabajar o cazar ratones a garra descubierta. Tampoco es que usara guantes, o que calzara botas, pero los gatos artistas necesitan un ámbito hogareño y tranquilo para desarrollar su arte de parecer que hacen algo cuando en realidada no hacen nada. La nueva dueña de Locrio parecía tranquila por fuera, pero como muchas estudiantes solteras con trabajo medio día, y por el hecho de carecer de un amante fijo y solícito que la consolara, nuestro gato sufría el zapatazo inoportuno que lo desconcentraba de sus ensayos en el saxo. Las partituras de jazz son jodidas, y a nuestra soltera desconsolada le molestaban las idas y venidas de los ensayos en el tejado con otros gatos, los cortes para dar indicaciones tipo 'estás fuera de la tónica', o 'esta tónica tiene poco vodka' que los gatos músicos se maullaban entre ellos. La cuestión es que una de esas noches, nuestra soltera desconsolada soñó que Locrio era su amante: alto, peludo y de voz arrulladora como la de Chet Baker, o Birabent. Estaban los dos semidesnudos en una cama de sábanas de seda, envueltos en el tono rojo de una tenue luz. Era todo encanto en su abrazo, en sus besos con gusto a atún. Tan cálido era el ritmo de su sexo, la candente cadencia de sus estocadas, tan acompasadas, que nuestra estudiante de derecho empezó a digitar su instrumento en sueños, hamacada por tan dulce y onírica aventura hasta que...hasta que el bocinazo del colectivo en la avenida retumbó en el dormitorio de ella, despertándola, la siempre solitaria estudiante que se había dormido mientras comía una lata de atún con un tenedor en la cama. Afuera, en el techo, Locrio terminaba de tocar una balada.